sábado, 25 de mayo de 2013

Lo bello y lo siniestro

"Lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar". Rainer María Rilke



El título de este post hace referencia al clásico estudio que el desaparecido filósofo catalán Eugenio Trías dedicó al film Vértigo  de Hitchcock, que todos los cinéfilos y hitchcockianos hemos devorado. Se me ocurre en una de estas disgresiones tan caras a este blog y a mi persona que en el futuro no habrá brillantes pensadores como Trías, capaz de unir en sus cerebros la estética, la mitología y el cine. Y es que nuestros nuevos planes de estudio, esos que equiparan a nivel académico el saberse las valencias químicas con las acientíficas multiplicaciones de panes y peces han relegado a la Filosofía a una optativa. Competitivos en las cajas de los supermercados y en los bares sirviendo calamares fritos a guiris, porque otra cosa…

Volviendo al tema, Trías defendía en su trabajo que lo bello y lo siniestro son dos categorías complementarias de la experiencia estética. Pero para él, lo siniestro debe estar velado, pues si aparece claramente destruye el efecto de la belleza. Pero esta tensión es la que produce el efecto de fascinación de la obra artística. Eso explicaría el término “inquietante” que tan afecto es a la crítica de cine cuando se enfrenta a algunas películas. Lógicamente, lo que les cuento es la tesis de Trías muy resumida, les aconsejo lean el libro, pues a pesar de su densidad conceptual es de fácil lectura y apasionante. Toda esta introducción viene a cuento de que hace dos fines de semana tuve ocasión de reflexionar y recordar Lo bello y lo siniestro. Me escape a Madrid a ver la exposición sobre Dalí organizada por el Museo Reina Sofía y por esas coincidencias que hace a veces la vida por la tarde me llegué a ver en impecable VO Stoker. Dos citas que me hicieron enfrentarme de nuevo a la cuestión de que esconde en realidad la belleza (otra digresión. Volviendo a lo que hablábamos en el post de Málaga, allí me di cuenta de la crisis de los espectadores en las salas. Los fines de semana, la calle Martín de Los Heros, donde están los cines en versión original, eran un hervidero, con colas que se alargaban en las calles desde las cuatro de la tarde. Ahora es un desierto, llegas a cualquier hora y no hay problemas en las entradas para salas medio vacías).

Siempre me atrajo mucho la pintura de Salvador Dalí, su colorido, su imaginación, a pesar de que el sujeto se las traía. Buñuel decía, son sin algo de la mala leche que quedo entre ellos, que cuando llego a Madrid era un niño tan protegido que no sabía cruzar una calle solo. Como todos los tímidos que lo superan, acabó siendo un ególatra y uno de los grandes autopublicistas del siglo XX. Más allá de las sombras del final de su larga carrera como el secuestro de su legado por su entorno y la dudosa autoría de sus cuadros –ahí hizo una pedorreta final cediéndolo todo en su testamento al estado-, su peor contribución fue devaluar el legado del surrealismo. En sus manos, uno de los movimientos culturales más perturbadores producidos por nuestra tortuosa especie se convirtió en una payasada, en una juerga para hacer reír a las clases medias congregadas ante uno de sus tótems indicativos, el televisor. Sus apariciones eran ya como las del gracioso de la pandilla que tiene que hacer su número en las reuniones sociales sí o sí.





A pesar de ello, el talento de Dalí es público y notorio, y queda de manifiesto en la expo del Reina Sofía, si bien de forma algo caótica y desordenada, todo hay que decirlo. Pero viendo en las salas su obra cronológicamente expuesta y la evolución de su estilo, tuve mi primer flash del libro de Trías. Y es que a medida que avanzaba, abriéndome paso entre las hordas de espectadores (se ve que el Reina ha caído también en el mito de la productividad y dejaba entrar a todos a cualquier hora, con lo que a veces parecía la Plaza de las Flores en Carnaval) empecé a tener una mala sensación. En los cuadros de Dalí, siempre hay un elemento realmente siniestro, como confirmando las tesis del difunto filósofo. Y se va intuyendo que tras esto había una mente realmente peligrosa. Las perfomances del pintor debían ser la válvula de escape para un histrionismo que de otro modo hubiese derivado en lo perverso. Trías tenía razón. Lo siniestro debe velarse, para tensionar, para disparar nuestra intuición de espectadores, incluso para alertarnos como habitantes del perro mundo ante las amenazas latentes que esconde nuestra sociedad. Creo que el cuadro que marcó el punto de inflexión en mi recorrido fue el siguiente:


Se llama La memoria de la mujer-niña y evidencia bien lo que digo. Si se fijan, abajo está la niña del título en actitud gozosa, pero a medida que vamos subiendo la mirada en la obra –un sentido ascensional del entendimiento muy onírico- todo se enrarece, hasta acabar en esas grotescas cabezas que se alejan por nuestra derecha. Ahí está la amenaza que se intenta conjurar con la presencia de lo bello. A lo mejor del mismo modo que las leyes sociales se idearon para intentar regular a la bestia paleolítica que todos seguimos llevando en los genes, la belleza se inventó para frenar que el arte de pase de rosca y lo terrible se apodere de nosotros y nuestro entendimiento. ¿Recuerdan lo que les dije en el post de King Kong sobre el muro que separaba en la isla a los nativos de la jungla donde campaba a sus anchas lo primitivo sin control? Pues algo así. Lo curioso es que el siniestro Dalí trabajo con otros dos colegas en dar gato por liebre. A uno ya lo conocemos de otro post, es el señor Hitchcock. Trabajaron juntos en la famosa escena onírica de Recuerda, que no satisfizo a ninguno de los dos. Dalí quería algo más radical, pero Hitch se asustó. En el vídeo adjunto, se intuye la causa del fracaso de la escena. No hay más que ver cómo va vestida la chica que Gregory Peck califica de “semidesnuda” para comprobar porque aquello no podía salir bien.




El otro siniestro es más curioso, pues fue el mismísimo Walt Disney, uno de los sujetos más paranoides del siglo XX. Niño frustrado, ultraderechista, megalómano, despótico como un sultán otomano y que usó sus aparentes inocuas películas para dar salida a un mundo interior oscuro como él solo. Les recomiendo a este particular la novela  El americano perfecto, de Peter Stephan Jung, de reciente traducción española.  En 1945 empezaron a trabajar juntos en el cortometraje Destino, pero la producción se abandonó por los problemas financieros del estudio de Mickey, aunque hace diez años los herederos del tío Walt lo rescataron y terminaron según el plan original. Estas piezas, así como Un perro andaluz y La edad de oro, forman parte de la exposición (otra digresión: se nota que estamos en el territorio Wert: La audioguía previene a los que se acerquen a Un perro andaluz que puede herir su sensibilidad. ¿A estas alturas? ¿Sensibilidad por el ojo cortado o por los curas arrastrados tras el piano? También la audioguía dice que Lorca y Dalí mantuvieron una “compleja e intensa relación” sin atreverse a pronunciar la palabra que empieza por H acaba por D y tiene una X en medio. Y me chocó también que en la sección dedicada a Mi vida secreta, su autobiografía publicada en 1942, no se hiciera mención al problema con Buñuel. Y es que en ese libro el pintor acuso al cineasta de comunista, reventándole su carrera en Estados Unidos y rompiendo su amistad para siempre. Pinceladas también siniestras).



Y tras Dalí, por la tarde en los desolados cines, Stoker. Dirigida por Park chan-wook, cineasta coreano que debuta en Estados Unidos demostrando que no tiene mucho interés en trotar tras el Oscar con esta película perversa como ella sola. Lo más sorprendente es que esta historia tenía todas las papeletas para ser un thriller juvenil con psicópata (psicópatas) pero Park le ha dado la vuelta. Tal vez conozcan el film que le lanzó internacionalmente hará unos 10 años, Old Boy, otra retorcida historia esta vez sobre la venganza. Stoker trata de temas típicos de cierto tipo de cine familiar, como la maduración y las relaciones padres hijos, pero de forma poco convencional ¿Qué pasa cuando el crecer implica aceptarte a ti mismo como algo terrible? El  mensaje arquetípico de “se tu mismo” ¿tiene vigencia cuando tu verdadera naturaleza es la de un asesino? ¿Qué hay del discurso de la maternidad y del amor filial cuando tu hijo puede ser un anormal? Esto junto con otras perlas, como maduraciones sexuales poco ortodoxas, hacen de este film algo siniestro. Pero también bello. Como en otra demostración de la tesis de Trías, Stoker está filmado con una estética preciosista, de cuentecito, pero con planos desequilibrantes en tanto en cuenta como en los cuadros de Dalí hay extraños puntos de fuga conceptual que demuestran que detrás de tanto caramelo se esconde algo tremebundo. Sólo que en la película acaba estallando. ¿Hasta qué punto puede mantenerse esta tensión?

http://www.youtube.com/watch?v=qNmOtuz5Nus (otro youtube capado para la incrustación).


Los artistas no pueden dar solución a estos enigmas, pero uno cree que las tesis de Eugenio Trías están en consonancia con lo que es nuestra sociedad actual. Dalí innovó en tapar lo siniestro no solo con su arte, sino también con sus pomposas apariciones públicas. Fue un avance de lo que nos esperaba con la televisión basura y nuestra hiperespectacularizada realidad en la que los gritos y los aplausos esconden una realidad cada vez más siniestra y a la que la belleza no puede dar ya freno. Algo que encantaría a Dalí, autor del método crítico-paranoico. (Digresión final. Para paranoico Madrid. Policías en cada punto clave de la geografía urbana porque presuponen motines,  hoteles donde te piden al entrar una tarjeta de crédito porque presuponen que te vas a ir sin pagar, todos los establecimientos mirando los billetes al dedillo porque presuponen que les vas a estafar. Una triste España, paranoica pero sin crítica).



domingo, 5 de mayo de 2013

Hoy debería estar en Madrid


Hoy empieza Documenta Madrid y por primera vez en ocho años no voy. Cuando hace dos semanas me despedía en Málaga de la gente sentimos algo extraño, pues lo ordinario hubiese sido decirnos “nos vemos en unos días en Madrid” y este año no. En 2006, mi primer año en Alcances, acudí a este festival. Entonces uno era como un agente de seguros, intentando vender el proyecto y que queríamos contar en el circuito. Antonio Delgado, fundador y director del  Documenta, me dio una impresión curiosa. Si ustedes tienen en mente que los directores de festivales con como sabios decimonónicos, olvídense. En la gala de inauguración proyectaron un documental que el hijo de Buñuel hizo sobre Calanda en los años 60. La gracia estaba en que cuando salía la legendaria tamborrada del Viernes Santo, apareció en escena un grupo (cofradía, creo que las llaman allí) que la tocó en directo, en paralelo a las imágenes. En un  momento dado sacaron a Antonio y se puso a llevar el compás con un tambor. Entre el público, pensé que vaya festival era ese en el que el director era capaz de hacer esas cosas.

Fue el inicio de una gran amistad. Con el tiempo descubrí que Antonio era capaz de eso y mucho más por sacar el Documenta adelante. Desde trajearse como un ejecutivo para hablar con alguna autoridad hasta irse a China. En 2009 me hizo el honor de ser jurado de su festival y pude observarle más de cerca.  Se desvivía por Documenta, se quedaba sin comer, hacía el pino puente si era necesario. El secreto era una vitalidad inagotable, que le llevaba en sus vacaciones a viajar como un mochilero de 20 años por el mundo y a tragarse horas de autobuses infames, sin usar nunca su condición de alto cargo en el área de Cultura del Ayuntamiento de Madrid para pedir privilegios. Viajes de donde volvía cargado de películas, libros y su gran pasión, cómics. Se mimetizaba con el entorno. Recuerdo que en 2007 fue jurado nuestro, y cuando íbamos todos al restaurante donde entonces se celebraban las deliberaciones, empezó a explicarle a sus compañeros el Cádiz antiguo, donde estaba el Manteca, etc. Se ganó el dudoso honor de ser citado en el libro que escribí sobre el 40 aniversario de Alcances.

Pero aparte de su persona irrepetible e intransferible, Antonio hizo del Documenta un espacio mítico. En mi formación no reglada como programador de festivales fue crucial conocer este evento madrileño. Por la gente que conocí, que en algunos casos ha superado el funcional estado de “contactos” para pasar al de amigos, por acceder a sus mastodónticas pero completísimas proyecciones, que me permitió pulirme como programador, por las experiencias vividas allí, por aquel mítico jurado del que formé parte. Si Alcances es lo que es hoy en día, es en gran medida por haber podido formar parte estos años de la pandilla del Documenta, que me permitió saber por dónde iban los tiros en esto del documental moderno, y donde había que poner el ojo. Documenta forma parte de mi memoria personal tanto como profesional, pleno de momentos que se perderán como lágrimas en la lluvia. Va en paralelo con otro festival que adquiere las mismas proporciones legendarias, L’Alternativa de Barcelona, que ha sufrido este año la retirada de Margarita Maguregui, que lo deja por propia iniciativa. Alguien que también ha influido en mi pensamiento festivalero profundamente, y del algún día les haré una semblanza.

El año pasado Antonio fue vilmente destituido del Documenta. De acuerdo que nada es eterno, y los cargos cambian, pero en su caso fue una destitución humillante y vergonzosa. Cayó no por motivos objetivos, sino por la depuración de cargos en el Ayuntamiento madrileño tras la marcha de Gallardón a quitarse la careta de moderado en el gobierno. Primero putearon la edición 2012 del Festival a unos niveles demenciales y una vez vieron que a pesar de todo salió lo echaron por burofax, con un segurata acompañándole en su despacho para ver que sacaba y demás accesorias. Es increíble el desprecio que los nuevos ejecutivos, tanto públicos como privados, sienten hacía unos trabajadores que tratan como material gaseable. Lo viví de cerca en la reciente masacre laboral del Grupo Joly. Hace poco supe de un caso en que una trabajadora fue despedida mientras estaba en urgencias por un problema de su madre. Hasta allí llegó un ejecutivo que le exigió el teléfono y el portátil de empresa in situ. Creo que si estos directivos en vez de vivir ahora hubiesen vivido en la Alemania de los años 30, estarían en los libros de Historia como criminales de guerra. La mentalidad la tienen.

Todo el esfuerzo, entusiasmo, profesionalidad, y trabajo de Antonio solo le han servido para ir al paro más flagrante y a tiempos difíciles, de los que espero sinceramente salga pronto, pues un talento como el suyo no debe desperdiciarse. Hoy empieza el nuevo Documenta, más diluido, seguramente válido, pero ya no será igual. Hoy debería estar en Madrid, perdiéndome como todos los años la tarta que hace mi hermana por el día de la Madre, pero no, ya no. Qué responsabilidad para los que seguimos vivos en esto de los festivales. No tenemos que hacer nuestra labor sólo por nuestros eventos, sino también por todos aquellos que han caído en el camino, para vindicarlo de algún modo. Va por ti, Antonio.


(De nuevo no me deja incrustar este youtube, sorry)

miércoles, 1 de mayo de 2013

Reflexiones malagueñas


La semana pasada estuve unos días en el Festival de Málaga, ese del que todos rajamos pero al que acabamos acudiendo los del gremio. El viaje estuvo marcado por dos proyecciones de amigos, Proyecto Mágico de la conjunción malagueña-gaditana (o gaditana-malagueña, como prefieran) el primer día de mi estancia y Una mujer sin sombra, con fotografía y sonido de los amigos Pedro Sara y Antonio Labajo el último. Entremedias, cortos por un tubo para la sección que hacemos en Alcances en verano previo al festival, cine y amistad, que de eso nunca se está ahíto. Este viaje al evento malagueño me inducen a una serie de reflexiones sobre el estado de nuestro sector peliculero que quiero compartir con ustedes.

EL FESTIVAL. En Realidad, Málaga son varios festivales en uno. Está el del Teatro Cervantes, que agrupa a la Sección Oficial a concurso, con toda su retahíla de famoseo, coches oficiales, posados ante fotógrafos, seguratas –demasiados- y demás parafernalia de lo que mucha gente entiende que debe ser un festival. El de la sección documental, más relajado, y que este año resultó ser más divertido para el que suscribe, al estar gente más en la línea de lo que hacemos en Alcances. El de los cortos, un poco infame, ya que les han dejado un salón de actos dónde se enchufa un dvd como sala de proyección. Y eso que no pisé otras secciones, como Territorio Latinoamericano o Zonazine, que seguro tienen sus propias especificidades. Cada programador parece ser un virrey en su terreno y tiene manga ancha. Los públicos y los invitados no se mezclan, son como reinos de taifas. Esto impide que haya una sensación de globalidad en el festival a la hora de afrontar la cuestión siempre resbalosa del cine español. Pero se nota que están cayendo festivales y eventos cinematográficos a tuti plen. El número de acreditados este año fue espectacular, y de un perfil que no solía acudir a Málaga. Cada vez hay menos sitio para reunirse y hacer contactos.



LA INDUSTRIA. Es la zona noble del Festival, pero se da una paradoja. Para empezar, Málaga vive de la gran falacia de que nuestro cine todos los años es capaz de dar unas diez películas para hacer una sección competitiva de calidad. Entre las limitaciones propias y el hundimiento de los rodajes por la crisis, hubo este año que cubrir el expediente con preestrenos. Casi todas las que pasaron tienen ya fecha de estreno (dos, Combustión y Ayer no termina nunca ya están en salas). Los cinco filmes del concurso que vi ya tenían su cortinilla de la distribuidora. La pregunta es si merece la pena montar un festival para potenciar películas que no lo necesitan, que ya están lanzadas comercialmente. Se supone que estos eventos deberían tener un contenido más cultural, atender a ese cine interesante, arriesgado e independiente que no encuentra salida y darle una oportunidad. Así, las estrellas no se toman en serio mucho me temo Málaga, es una oportunidad de promoción y si cae algún premio que pueda atraer público mejor que mejor. Pero no es el objetivo. Además, en estos tiempos estos filmes viven según un modelo comercial en fase de extinción. En Málaga se presentó el demoledor informe de la Federación de Productores, que manifestaba el estado de la cuestión. Hasta abril, la taquilla de películas españolas ha caído un 13’12% respecto al mismo período del año anterior. Los rodajes han bajado un 48% respecto a 2011. En 2012 echaron el cierre unas 142 salas en España. En abril del presente año, las cifras globales de taquilla cayeron un 45’2% respecto a los cuatro primeros meses de 2012. Es decir, que apostar por la clásica explotación comercial de arrasar en una salas cada vez más disminuidas con un público en franco retroceso, luego pasar al mercado del DVD que también se ha hundido y terminar en unas televisiones que cada vez invierten menos en el cine, es un contrasentido. Pero daba la impresión de que los presentes en Málaga no se daban cuenta y seguían anclados en el mundo feliz de hace diez años. Esto nos lleva a otra cuestión.


DESCONCIERTO. No sólo industrial, sino temático. El ejemplo señero de esta edición malagueña fue Combustión. Una descerebrada película llena de delincuentes de alto standing, carreras ilegales con coches de lujo y chicas buenorras que te echan un polvo en la primera esquina a mano. Además de que tiene un guión que provocó risas en el pase para acreditados del Festival, hay que preguntarse para que público está pensado este film. Como dijo el gran periodista malagueño Pablo Bujalance, en una magnifica crónica sobre el tema que les enlazó aquí, pues merece la pena leerla, ¿qué se piensa esta gente que es el público español? Además, me parece un fallo estratégico terrible pues Combustión parece estar centrada en gente tipo Forocoches, pero estos son los que desertaron hace tiempo de los cines y se lo gestionan todo por internet. Es el caso de otro film que no estuvo en Málaga – se estrenó una semana antes-, Alacrán enamorado, otro guión de chichinabo con una gran técnica, como Combustión, pero vacío. Fallan completamente las estrategias de público, pues se ve que nadie piensa en cómo atraer a los espectadores de forma inteligente a las pocas salas que van quedando. Pero este desconcierto no atañe sólo a la parte más comercial, sino que se extiende a lo ideológico. Se tiene la idea de que el cine español es un nido de rojos, pero los filmes vistos en Málaga mostraron un curioso reccionarismo que  se apoderó de las tramas. Combustión es un alegato neocon que parece defender que si eres listo aunque seas un chorizo y traiciones a tu novia tienes derecho a ganar y llevarte al huerto a Adriana Ugarte. Somos gente honrada es como un extraño regulador social que dice que por muy aperreado que estés no te salgas del camino establecido, que igual luego acabas haciendo escraches a los peperos. Hasta Gracia Querejeta, hija del zar Elías, presentó un confuso film en el que hay que salvar a los blancos con talento aunque caigan inmigrantes que son unos macarras. Empero, para desconcierto el del ministro Wert, que tuvo la humorada de acudir a la inauguración del festival de un cine español que está desmantelando paso a paso. Pero los presentes a su llegada al Cervantes no se desconcertaron, brindándole una sonora pitada.



SOLUCIONES. De seguir la cosa así, el Festival de Málaga, al menos en su parte noble, morirá de pura consunción. Tal vez sea el momento de abandonar una industria decadente y centrarse en las nuevas vías de distribución, en internet y las crecientes plataformas digitales, que permiten ver cine por mucho menos dinero que una entrada a las salas convencionales. En Málaga se vieron dos trabajos que demuestran que sus directores se están poniendo las pilas y se dedican al Low Cost fílmico. Isabel Coixet rueda en prácticamente una localización y dos actores Ayer no termina nunca –lástima que el film resultante sea una exasperante pedantería- y Mariano Barroso vuelve con una película con pocos actores, encabezados por un Eduard Fernández que se sale del todo y un grupo de actrices que no se amilanan, y también pocos decorados (se llama Todas las mujeres, y para no ser tan negativo es muy divertida, pasarán un buen rato con ella). Hay que pensar que fenómenos como Lo imposible sólo hay uno cada década y es más realista ir al pequeño formato.



ALTA FILMS Todo lo anterior se resume en el caso de la posible desaparición –aún no se ha consumado y las quejas de su jefe, Enrique González Macho, suenan más a maniobra para llamar la atención- de Alta Films. Es un tema que hay que matizar mucho. Alta Films no distribuye tanto cine de autor, pues cadenas como Golem se encargan de que lleguen Haneke y compañía (y es estimulante que en estos tiempos difíciles haya gente que se arriesgue creando nuevas distribuidoras para el cine independiente, como Surtsey, Good u otras). González Macho es productor y más bien usaba su red de cines para estrenar sus películas y otras españolas. De hecho, en los cines que tenía fuera de Madrid, que han cerrado todos, nunca exhibía en VO, como muy bien saben mis amigos de Zaragoza, con lo cual poca ayuda era para el cine de autor. Es el actual presidente de la Academia española, y hace dos años largó un decepcionante discurso en la gala de los Goya sobre que internet era el futuro lejano, sin darse cuenta de que ya está aquí. Y fue el que se enfadó con Paco León cuando le propuso lanzar a lo grande Carmina o revienta en salas y se encontró con la negativa del sevillano, que prefirió los nuevos canales de distribución, con bastante acierto. O sea, que el problema de Alta no es tanto de ivazo y demás sino de que sigue –seguía- aferrada a un modelo de exhibición que ya no es viable dándole la espalda a todo lo nuevo. A lo mejor, mientras esta generación que no quiere o sabe dejar los viejos caminos periclitados siga al mando del cine español no habrá salida. Tal vez cuando se quieran dar cuenta sea demasiado tarde.